Discurso pronunciado por Padre Sipan durante la conmemoración del 99 aniversario del Genocidio Armenio, en Hay Dun.
Queridos compatriotas y amigos:
Para el armenio, nacer es un honor, vivir una lucha, morir la Victoria… hoy es el día del recuerdo, la conmemoración, la ira, la protesta y la exigencia de justicia.
Hoy nosotros conmemoramos el 99 aniversario del genocidio armenio y de nuevo nos reunimos para rendir homenaje al más de un millón y medio de inocentes. Hace 99 años que el gobierno turco organizó y llevó a cabo con planificación el exterminio de gran parte del pueblo armenio y su patria.
Hace 99 años, en su tierra ancestral fue llevado a cabo un tremendo crimen contra el pueblo armenio, hecho que una docena de años más tarde, en 1944 llevó al abogado polaco de origen judío, profesor Raphael Lemkin, a acuñar el término genocidio para describir los asesinatos y la violencia llevados a cabo por la política nazi, así también como las atrocidades cometidas contra los armenios en la Turquía otomana en 1915. En 1948 la asamblea de las Naciones Unidas aprobó una resolución de «Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”, que define el genocidio como un delito contra la comunidad internacional, y los Estados participantes se comprometen a prevenir y sancionar a los responsables.
El 24 de abril, los armenios de todo el mundo se unen para recordar, protestar y exigir justicia y advertir que la única forma de evitar que se repita es el reconocimiento y la condena del crimen.
El gobierno turco lleva a cabo hasta hoy una política de negación de este hecho. A pesar del actual proceso de reconocimiento internacional del genocidio armenio que se vive, Turquía sigue luchando en contra de este reconocimiento a cualquier costo, e invierte una gran cantidad de dinero en una campaña de distorsión y mentiras. Pero la negación del genocidio armenio es una política miope, de corto plazo que está condenada a fracasar.
El genocidio armenio es un hecho, y si la justificación del comportamiento del gobierno turco es la vana esperanza de que el tiempo borrará las huellas de la memoria, lo más probable es que terminen decepcionados.
Es necesario que ellos confronten y examinen su historia, sabiendo que tarde o temprano se convertirá en una verdad dominante. Y cuanto antes, mejor. Esto no es una persuasión artificial, esa es la verdad que se impone por su propio peso.
Hoy dirigimos nuestra más profunda gratitud a todos los Estados que han reconocido y condenado las atrocidades cometidas contra el pueblo armenio. Entre estos Estados, Chile tiene un destacado lugar, que hace décadas acogió a los supervivientes del genocidio y sus familias cuyos hijos han echado raíces en este país contribuyendo a la vida social, cultural, económica, científica y educativa con amor.
Estamos muy agradecidos por esto y no dudamos en decirlo una y otra vez. Y sabemos que son muchos países los que siguen su ejemplo.
Me gustaría subrayar una vez más el hecho de que el reconocimiento y la condena del genocidio armenio no es un fin en sí mismo. La razón es principalmente la prevención de crímenes en el futuro, y que bajo ninguna circunstancia se permita la repetición de estos hechos porque creemos que el genocidio es un crimen contra la humanidad.
A pesar de la dura historia de las dificultades que ha vivido nuestro pueblo, la pérdida indescriptible, el despojo y el genocidio, nuestra gente ya no vive con el complejo de víctima. Dispersos por todo el mundo, el pueblo armenio persiste en conservar su identidad a pesar de las dificultades. Viviendo, trabajando y creando con la obstinación de una fe sin límites pudimos entrar al siglo 21 como miembros plenos de la familia de las naciones, trabajando en una causa justa para conseguir el reconocimiento del genocidio en las organizaciones internacionales.
Cada vez que nos reunamos en abril, dentro de nuestras almas escucharemos la voz de nuestros mártires que nos hacen tres preguntas: ¿por qué pasó, cómo fue y que pasará en el futuro? En palabras más simples, ¿cuál era el objetivo de este crimen?, ¿qué método se estaba acometiendo? Y ¿cuál será nuestra respuesta a ese crimen, qué lecciones hemos aprendido de este crimen?
Miles de familias fueron destruidas, miles de niños quedaron huérfanos, miles de mujeres fueron violadas, miles de hombres se quedaron sin sus queridas familias, hijos, esposas y padres. Cómo saldar la cuenta del crimen cometido contra Siamanto, Varuzhan y Komitas.
La Biblia, en el libro de los Proverbios dice: “Justos murieron dejando atrás a su gran pesar y dolor”/ Prov. 11,4. Y entonces nos preguntamos ¿es que el justo siempre morirá? No, en absoluto, queridos hermanos, la muerte de un justo vale más que la vida de aquellos que no tienen el conocimiento básico y la comprensión de la justicia. La siguiente pregunta que siempre estará en nuestras mentes es, ¿qué lecciones podemos aprender del genocidio de nuestros padres, la miseria, la violencia? ¿La nación será capaz de traspasar nuestro patrimonio cultural a las generaciones futuras?
El fortalecimiento de la nación armenia es la mejor respuesta que podemos dar a los autores del genocidio y nuestro éxito una victoria ante los autores y los que pretenden negarla.
Por lo tanto, queridos fieles, la lógica de la Biblia dice que ayúdate y todos te ayudaremos. Por eso les digo hoy, estrechémonos las manos, unamos nuestros corazones, mirémonos a los ojos, y caminemos juntos el camino del desarrollo de nuestra nación. Nuestra herencia como nación está más arriba de nuestras deseos personales, de nuestras ambiciones e intereses personales. Puedo decir confiadamente que nuestra rodilla debe venir a postrarse frente a la patria, a nuestra fe y a los ideales sagrados e intereses globales de nuestro país. Y esa es también la razón por qué la Iglesia siempre ha proclamado desde su altar un llamado a la congregación, que es la respuesta a todo tipo de desastres, todo tipo de crímenes.
Así como creyeron que la muerte de nuestro Señor Jesús Cristo puso fin a todo, los perpetradores del genocidio que decían que van a dejar un solo armenio vivo para ponerlo en un museo quedaron decepcionados, pues nuestro Señor resucitó, y con la resurrección también se comprometió con nuestra nación. Por eso, hoy día expresemos nuestra protesta y nuestra victoria, con nuestra unión honremos haber nacido armenios, luchemos por la vida y venzamos a la muerte.
Muchas gracias