El ancla del pueblo armenio

«..Armenia fue la primera nación en adoptar el cristianismo como religión oficial, en el ario 301…».            

Por Padre Sipan Gevorgyan, Sacerdote de la Iglesia Apostólica Armenia en Chile

Armenia es un país montañoso, mencionado en la Biblia, como «País de Ararat», la montaña sobre la cual reposó el Arca de Noé después del Diluvio. De acuerdo con nuevos datos de investigaciones históricas, lingüísticas y arqueológicas, los armenios son un pueblo indoeuropeo y nativos de ese país, al cual los hititas en las escrituras cuneiformes llamaron país de Haiasa o también Arm o Armani. Recientemente se han descubierto en Ebla -una importante ciudad-estado en el norte de Siria hacia el 3000 a.C., especialmente entre los años 2400 y 2250 a.C.- escrituras cuneiformes en las que las palabras Hai y Arm se utilizan como nombres del pueblo armenio y como nombre de su país. Por este motivo, los armenios llaman a su país Haiastan, y los extranjeros, Armenia.

Actualmente es un país euroasiático, sin salida al mar, situado al sur de la cordillera del Cáucaso. Con 28.900 km², comparte fronteras al oeste con Turquía, al norte con Georgia, al este con Azerbaiyán e Irán, y al sur con el enclave azerí de Najicheván. Origen de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, Armenia permaneció durante siglos bajo el yugo de diversos imperios, incluidos el romano, el bizantino, el persa y el otomano, del que se independizó en 1918. Durante la I Guerra Mundial tuvo lugar el denominado «genocidio armenio» (1915-1917), perpetrado por los turcos, que causó la muerte de un millón y medio de armenios -ayer canonizados como mártires por el Catholicos Karekin II, cabeza de la Iglesia Apostólica Armenia-, y la diáspora de miles de supervivientes. Esta tragedia ha sido recordada con una misa de conmemoración en Roma el 12 de abril por el Papa Francisco (quien declaró al clérigo, teólogo, poeta y filósofo armenio San Gregorio de Narek (951-1003,) Doctor de la Iglesia, y hoy habrá actos de recordación en Yereván, capital de Armenia, a los que han confirmado su asistencia importantes jefes de Estado.

La religión es uno de los elementos distintivos de las civilizaciones y forma parte de la mentalidad colectiva de un pueblo, de su pasado y su presente. En ese sentido, el cristianismo es un factor predominante de la identidad nacional, del ser armenio. Armenia fue la primera nación en adoptar el cristianismo como religión oficial, en el año 301. Para traducir la Biblia, en el año 405, el sacerdote Mesrob Mashtots desarrolló un alfabeto propio.

Aunque hoy es un Estado secular, el cristianismo es un factor clave en su historia y en su identidad: 95% de su población pertenece y forma parte de la Iglesia Apostólica Armenia (independiente y autocéfala). Se ha constituido a lo largo de su historia en una poderosa fuerza que, atendiendo las necesidades espirituales de su pueblo, ha sabido también comprometerse siempre con la realidad, esforzándose por conducirlo hacia la libertad y el bienestar.

Hoy estamos atravesando un momento histórico muy difícil, en el que la lucha por la paz, la igualdad y el respeto de los derechos humanos es un compromiso de todos. Para enfrentar estos desafíos es necesario enfrentar la realidad. Pero para ello debemos primero conocerla. Y cómo conocerla sino gracias a la historia, «único instrumento que puede abrir las puertas a un conocimiento del mundo de una manera si no científica, por lo menos razonada». Es necesaria la historia como una herramienta eficaz y válida para alcanzar los ansiados objetivos de justicia para el pueblo armenio. La historia de la Iglesia Apostólica Armenia es la historia de nuestra nación, y viceversa.

«Lo que mantiene vivo a un pueblo y lo reúne es su lengua y es su fe. Cambia tu lengua, niega tu fe: entonces ¿con qué puedes demostrar a qué pueblo perteneces?», escribió el padre de la literatura moderna armenia, el educador, escritor, poeta e impulsor de la modernización Jachatur Abovian (1809-1848) en «Heridas de Armenia».

Hoy se cumplen 100 años del genocidio armenio. El lema para conmemorar este trágico episodio en todo el mundo es «Recuerdo y exijo». ¿Qué recordamos y qué exigimos? Recordamos a los valientes mártires que sufrieron y entregaron sus vidas por no cambiar su religión, su cultura, sus raíces. Exigimos que los descendientes que continúan negando lo sucedido reconozcan sus actos para lograr la justicia y la paz. La filosofía del negacionismo no trae sino un repetir los errores del pasado.

Así, pues, la Iglesia Apostólica Armenia no retrocederá nunca en sus justas exigencias. Más aún, siempre ha declarado y declara que la cuestión del genocidio armenio es una cuestión universal y de justicia cristiana. Su reconocimiento no se logrará avivando el odio ni la venganza, sino la defensa de los derechos y responsabilidades de la memoria.

 

Fuente: EL MERCURIO, OPINIÓN, 24 de abril de 2015, página A2

 

No se permite realizar comentarios.

Proyecto desarrollado por Explorando.cl