Despidiendo la antigua casa

La misa en conmemoración de los 102 años del Genocidio Armenio oficiada por el padre Mesrop Nazarian, fue la última actividad relevante realizada en el tradicional Hay Dun o casa armenia, que durante seis décadas estuvo en Av. Irarrázaval, en Ñuñoa.

Un día simbólico, donde se recordó la muerte de 1,5 millones de armenios bajo el Imperio Otomano, pero a la vez se recibió con entusiasmo la nueva etapa que se inicia.

“Los armenios, al igual que nuestro Salvador, han sufrido llevando su cruz sobre los hombros sin renegar nunca de su fe ni perder su esperanza de salvación y resurrección. Aún en los días de mayor sufrimiento, el armenio mantuvo viva su fe de resurrección y con ella ha vivido hasta nuestros  días. Testigo de ello, las naciones y  pueblos más poderosos y numerosos que nosotros, y que han desaparecido”, advirtió el padre Mersop.

“Con la fe de la resurrección de Cristo, nuestra madre iglesia se convirtió en iglesia de resurrección y nuestro pueblo, pueblo de resurrección”, agregó el religioso.

Vida larga y próspera

En la jornada se presentó el Coro Dzizernak de la Colectividad, interpretando canciones populares armenias, y los asistentes bailaron la danza tradicional.

En su último discurso en la sede de Ñuñoa, el presidente de la Colectividad, Garo Konstantinidis Lotikyan, destacó que con este cambio de sede la comunidad armenia entra en un segundo tiempo para seguir preservando su identidad, tradiciones y cultura.

“La fuerza y resiliencia que ha mostrado el pueblo armenio a lo largo de la historia también tiene eco en la diáspora y creo no equivocarme en pensar que la comunidad armenia de Chile es un partícipe de esta resurrección y no un mero espectador. Hoy más que nunca podemos afirmar que una vida larga y próspera aún está por venir para nuestra comunidad”, afirmó el presidente de la Colectividad en Chile.

En la jornada, se comenzó el embalaje de tradicionales pertenencias y el traslado del granado, cuyo fruto es típico de Armenia como símbolo de abundancia.