Es chilena, y con sus diseños se convirtió en segunda finalista en el Miami Fashion Week. Es reconocida en el circuito nacional, pero ahora pretende conquistar el mercado estadounidense con su estilo moderno, sofisticado y único.
Por Carolina Palma
Conceptos como sofisticación, innovación y femineidad describen el trabajo de Claudia Anicy Manuguian, quien define sus vestidos, chaquetas, faldas y abrigos –confeccionados a mano y tejidos en fibras naturales, como algodón, alpaca e hilo de seda– para una mujer entre 30 y 50 años, independiente, que aspira a un look muy femenino.
“Cada pieza realizada es única e irrepetible, y nace de técnicas ancestrales de producción, renovadas bajo el estilo de un diseño contemporáneo.
Respecto al uso de tonos nude, naranjas, pasteles y rosas pálidos, me interesó trabajar con ellos, ya que generan una mezcla armónica, en la que busco resaltar sensaciones de paz y tranquilidad, pero al mismo tiempo de delicada elegancia”, asegura.
Hace pocas semanas se trasformó en segunda finalista de Diseño Emergente en el Miami Fashion Week, convirtiéndose en la segunda chilena que participa (el primero fue Rubén Campos). Allí presentó sus prendas con aplicaciones de cristales Swarovski bordados a mano, y terminaciones en puntos crochet, palillo y orquilla.
¿Cómo llegó allí? Al conocer su historia, no te sorprenderás. Siempre mostró aptitudes para el dibujo y las artes; tenía la certeza de lo que quería en la vida: ser una gran diseñadora, e incluso soñaba con especializarse en Europa.
“Mi padre era un empresario, pero muy creativo, así que seguro que desde ahí viene. También la parte armenia, porque ese es mi origen”, cuenta.
Luego de salir del colegio entró a estudiar al Incacea y después trabajó en importantes empresas de la época, como Riccardi. Sí, estaba aprendiendo sobre el trabajo de la industria, pero aún no delineaba su propia colección. A los 26 años se instaló en Milán para realizar un Magíster en Diseño en el prestigioso Instituto Marangoni, donde aprendió un lenguaje nuevo, que le “cambió la cabeza”, porque se trataba de otra forma de proyectar su pasión.
Allí mismo dedujo que necesitaba reforzar el área marketing para aprender más sobre la estructura de una colección, considerando que se encontraba en un peak creativo interesante.
Mientras tomamos un café en el barrio Lastarria, destacado por las tiendas de moda, relata entusiasmada que se inscribió en un magíster de Product Manager que le daba la visión del mercado. “Te permitía estructurar lógicamente el desarrollo creativo, estadística, estrategia de producto, etcétera. Tenía esta cosa creativa desarrollada, pero no le había dado forma todavía”.
Bueno, se cree que a todos los artistas les cuesta esa área.
Sí, lo he visto en mis propios alumnos, porque he sido profesora en Duoc, Inacap y en Milán.
No es un problema sólo de los chilenos, sino que es la forma de pensar del artista, que es mucho menos racional, entonces no tiene esa mezcla para hacer que el producto sea comercial.
Además, hice un magíster de Fashion Coordinator, que es el enlace técnico entre la empresa productora y el diseñador. Me gradué de tres magísteres, y se me presentaron ofertas de trabajo en Italia.
¿Con quién trabajaste?
En una empresa japonesa, también con Marina Spadafora, una diseñadora italiana con un estudio maravilloso en Milán, que hacia tejidos. Ahí comencé a tomarle el gusto al tejido. Ella era muy creativa, su equipo era muy internacional, así que me encantó convivir en ese ambiente, muy interesante. Luego me fui a Estados Unidos para hacer un curso en un centro de diseño, y después volví y trabajé como mano derecha de Paola Frani, que era emergente y ahora es muy famosa, así que asistí a muchas ferias por toda Europa.
Qué emocionante para una amante de la moda…
Se trabaja harto también. ¡Olvídate! Hay que aguantar hartas cosas, no todo fue color de rosa. Creo que resistí mucho tiempo porque tengo un tipo de carácter bastante constante, de mucho empuje. De mi generación que estudiamos en Italia, muchas se fueron a sus países.
Por la competencia, ¿no?
Es que competir en este mundo es muy difícil, la gente lucha un poquito y se va. Hay que tener tremendo cuero de chancho, porque pasa todo lo que te puedas imaginar: la gente te copia, tratan de aserrucharte el piso. Recuerdo que en mis primeros trabajos me hacían sacar fotocopias cien veces de las mismas cosas con tal de subyugarme, de disminuir mi autoestima, pero yo ahí, aguantaba. Si lo tenía que hacer cien mil y una veces, lo hacía…
Qué presión. Tienes una inteligencia emocional importante, entonces…
Creo que eso se forja, y además tenía una meta en mente. El sufrimiento es parte del aprendizaje y forma el carácter. Creo que no hay aprendizaje sin sufrimiento. Hoy los cabros jóvenes, lo sé porque he hecho clases, no tienen tolerancia al dolor, a la crítica, no hay capacidad de empuje. La gente se vive quejando, pero no quiere trabajar. No hay éxito sin trabajo, sin sacrificio. ¿Por qué quejarse tanto, si no he dado lo máximo de mí?
¿Esto se extrapola a las nuevas generaciones de la moda?
Hay un tema que se relaciona con lo generacional, no sólo en el diseño, sino que en varias áreas. Los cabros jóvenes vienen de una sociedad muy protectora. Lo que veía en Europa es que muchos salían de sus casas a los diecinueve años, trabajaban y estudiaban, emocionalmente eran más aguerridos, más dispuestos al sacrificio.
Muchos están dispuestos a la queja, pero no al sacrificio. No te puedes quejar si no has hecho todo para lograr tus objetivos.
¿La constancia es tu clave?
Sí, la constancia es lo único que te lleva al éxito, y así y todo puedes perder igual, fracasar mil veces. Si no tienes las ganas, el positivismo, no sirve. Aunque veas todo negro, debes salir adelante.
Sí existe la frustración, pero se puede dar vuelta con la búsqueda de nuevas posibilidades.
Las posibilidades están donde uno las quiera buscar, y no es que sea muy optimista.
También te fuiste a Londres…
Trabajé con Vivienne Westwood, y con Valentino como costurera. Ahí hacía basta a las modelos que se vestían para venderles a los clientes.
¡Qué importa ser costurera si aprendes un montón! Olvídate lo que vi… Los vestidos más hermosos de mi vida. Si lo que estoy haciendo me permite crecer en un aspecto, entonces es lo correcto. Paralelamente trabajé en Turín con marcas importantes y empecé un camino más concreto. Participé en el concurso internacional “Collezioni Donna”, donde participaban como 1.200 diseñadores de todo el mundo. Hice una colección en alpaca y lana chilota sin ninguna expectativa. Mi padre fallece, entonces vuelvo a Chile, y a la semana me avisan que estaba entre las cuatro finalistas de este concurso.
¿Ahí comenzó tu colección?
Bueno, ese fue el punto de partida para enfocarme en el tema del tejido, en los productos hechos a mano. Sabía que tenía que llevarme a Italia algo distinto a lo que hacían ellos…
Qué difícil esa decisión…
Claro, y además que los italianos producen lo mejor en todo (ríe). En la comida, en las carteras, en los zapatos, las telas (ríe). Es difícil competir, y uno piensa que no tiene opción, pero sí hay opciones, más si rescatas algo distintivo que no tiene que estar enfocado en algo autóctono, sino que le di un concepto distinto.
¿Qué te entregan los materiales que usas, como el algodón?
Bueno, siempre me he caracterizado como una diseñadora que trabaja con materiales 100% naturales, y nunca he transgredido esa filosofía.
Nunca he usado una fibra sintética en mis colecciones. La ventaja de las fibras naturales es que la lana es un conductor de calor, el algodón mantiene la frescura en el cuerpo, entonces disfruta de montones de propiedades que dan confortabilidad y son mucho más sanos para el ser humano. Me encanta trabajar con cosas hechas a mano, tienen un valor distinto a las hechas a máquina.
ELEGANCIA TEJIDA A MANO
El 2010 participó, con ayuda de Pro Chile, en Colombia Moda, con diferentes teñidos de fibras y aplicación de materiales, como cobre y cristales que importó de Austria. Al mismo tiempo, se dio cuenta que había un tema comercial que tenía que resolver, pues las cosas hechas a mano tienen un límite, productivamente hablando. Así que desarrolló una línea en Perú –donde aprovechó los materiales peruanos, como el algodón Pima– que tiene un sistema de producción mixta: una parte hecha mano y otra a máquina, que le permite tener volúmenes mucho más altos. “Si me dicen doscientas prendas o mil, se las puedo hacer, pero a mano jamás. Ahora tengo dos líneas: una hecha a mano, que será más limitado, de lujo, y la de nivel semi-industrial”.
En el Miami Fashion Week saliste segunda. ¿Cómo te preparaste?
Llevo meses, en realidad, más de un año trabajando para llegar a Miami. Con la directora del Fashion Week estamos en conversaciones hace tiempo, pero no fue fácil, porque estaba buscando sponsors. No pude encontrar, fue difícil. Lo mismo que le pasa a los deportistas y los músicos, la familia tiene que empeñar hasta la casa, y una vez que ganan fuera dicen “es chileno, ahora sí”. Más o menos es la misma historia (ríe). No puede ser…
Te apoyó Pro Chile, ¿cómo lo conseguiste?
En parte me apoyaron, y el resto salió de mis propios fondos. Bueno, también tengo recorrido un camino, había un proyecto atrás, he participado en diferentes ferias. También hay que demostrar un poco antes. He ido buscando los caminos, entonces he tenido logros, pequeños, medianos, grandes. Me fui por el concurso, pero también instalé un stand de venta de mis productos y participé en el desfile.
En el concurso se presentaron más de 60 diseñadores del mundo, y se dividen en categorías, como accesorios, zapatos, etcétera. Yo me encontraba entre los Diseñadores Emergentes para ropa de mujer. De todos los participantes, quedamos fi nalmente dos elegidos. El libanés ganó y quedé en segundo lugar. Muy bonito, porque nos expusieron en un lugar especial.
¿Cuál era la reacción ante tu colección?
Tuve mucha cobertura, impresionante. Le gustó mucho a la gente, porque aprecian las cosas hechas a mano, como los bordados, aplicaciones, la fi neza de los detalles. Después podían ver en el stand los colores, las imágenes, prendas, bordados con huesos, cristales Swarovski, y el desfi le planteaba la otra parte de la colección.
¿Qué viene ahora?
Mi intención es abrirme paso en el mercado norteamericano, retomar los contactos que hice allá, empezar a seguirlos, y ver cómo se arma esta logística de penetración de mercado.
Lo claro es que quieres llegar mil veces más lejos…
Siempre más lejos (ríe)…
Se habla mucho que los diseñadores independientes no tienen el lugar que merecen. ¿Cuál es el gran problema?
Es una mezcla de varias cosas. Primero, el tema cultural, ya que me parece que la gente debe ser más sacrifi cada y aguerrida, con tolerancia a la frustración; también falta más apoyo gubernamental, concursos, apoyo a más proyectos, y la industria textil no existe en Chile debido a la apertura de mercado y los tratados de libre comercio que tenemos con todo el planeta. Cuando llegas a Estados Unidos no te piden veinte prendas, sino 1.000, y el taller con cuatro personas no sirve.
Por otro lado, no todos los diseñadores están preparados para entrar al mercado internacional y captar las necesidades, para adecuar su sistema productivo a otras sociedades. Hay que investigar mucho, y eso puede tardar años. Hay que invertir, además. Yo invertí ahora y no sé si tendré un retorno de todo, pero trabajo para eso
Fuente: PUBLIMETRO, revista MUJERES, 30 de abril de 2013, pp 40-43